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sábado, 7 de agosto de 2010

Noel Clarasó Las consecuencias lógicas

El gran escritor español Noel Clarasó (Barcelona,1899–1985) nos dice algunas cosas muy ilustrativas acerca de las consecuencias de nuestros actos.


Las consecuencias lógicas

Si la chimenea no tira, la casa se llenará de humo.

     Lo peor que se puede hacer en una chimenea que no tire es fuego. Si se hace fuego, sólo se consigue llenar la casa de humo. Porque el humo dentro de las habitaciones es una consecuencia de las chimeneas que tiran mal. Pero se puede hacer otra cosa: limpiar el tiraje o ensancharlo, si no da paso suficiente al aire que entra por la boca. Después la chimenea tirará y entonces se podrá hacer fuego en ella, sin peligro ninguno.

 
Todo, en la vida, es como una chimenea que a veces tiene el tiraje limpio y tira, y a veces lo tiene sucio y no tira. Y todo acto humano tiene, en la vida, sus consecuencias lógicas que se han de tener siempre en cuenta antes de obrar.

    El hombre que prevé las consecuencias lógicas de sus actos no labrará jamás su propia ruina, ni creará dificultades ni sinsabores innecesarios. Pero muchos, por impulso o por falta de preparación, obran en la ignorancia de las consecuencias lógicas de sus actos. O, lo que es peor, en la esperanza de que estas consecuencias sean, milagrosamente, otras.

   Estos milagros son rarísimos. En novecientas noventa y nueve veces de cada mil que hagamos fuego en una chimenea que no tire, la casa de llenará de humo.

     En donde se ve más claro el error de no pensar en las consecuencias lógicas de nuestros actos es en la comida y en el trato con los subordinados.

    Hay comidas pesadas, fuertes, que el organismo soporta mal. Si abusamos de ellas, la consecuencia lógica será el quebrantamiento de la salud del cuerpo. Muchos abusan a diario de estas comidas, enferman luego, se lamentan y pretenden curarse con específicos. Lo que han de hacer es cambiar de régimen alimenticio. Porque el quebrantamiento de la salud es una consecuencia lógica de cualquier exceso en las comidas fuertes.

 
    Todos consideramos que la salud es uno de nuestros mejores bienes. Todos sabemos que muchas enfermedades son consecuencias lógicas de ciertos atentados, cometidos en forma de comida o de bebida, contra nuestro cuerpo. Y, sin embargo, nos dejamos dominar por el placer del momento y comemos y bebemos en exceso.
 
    Y nunca decimos: «Como y bebo así, porque estoy resueltamente decidido a quebrantar mi salud». Buscamos otra explicación que suponga una ignorancia u olvido absoluto de las consecuencias lógicas.
    Igual nos conducimos en el trato con nuestros subordinados. Necesitamos que ellos trabajen y bien. Su buena disposición para el trabajo depende de su naturaleza y de nuestra manera de conducirnos con ellos. Su naturaleza no la podemos escoger siempre; pero nuestra manera de conducirnos con ellos, sí.

     Si les alabamos lo bueno que tienen y hacen, aunque sea poco; si le damos la impresión de que de su acertada colaboración depende el éxito de la empresa; si así les interesamos espiritualmente en nuestros negocios; si les animamos con un trato cordial y hacemos que se sientan persona importantes a nuestro lado y hasta nos interesamos de cuando en cuando por sus pequeños asuntos personales, ellos nos corresponderán poniendo, como quien dice, toda la carne en el asador.

    Pero si les humillamos, reprendiéndoles delante de otro por la menor falta, nos mantenemos siempre fríamente en un plano superior y nos contentamos con dar órdenes secas y contundentes, ellos las cumplirán mal, trabajarán poco y de mala gana y sólo esperarán que volvamos la espalda para decir pestes de nosotros y complacerse en evitar todo esfuerzo en su labor.
 
    Esto es claro como el agua y lo sabemos todos. Las reacciones de los subordinados son consecuencias lógicas de la forma como les tratamos, y lo mismo se puede decir de cualquier reacción ajena ante nosotros.
 
    Dejemos, pues, nuestros impulsos y nuestra vanidad a un lado, pensemos únicamente en las consecuencias lógicas y tratemos a todo el mundo de tal forma que sus reacciones sean siempre las más favorables a nuestro propósito.
 
    Los hombres no son inteligentes ni perfectos. Y el que atienda a mejorar la vida, ha de ser inteligente y perfecto por ellos. Si no lo hace así, sucumbirá a la tontería y a la mala disposición ajena. Que no olvide jamás el hombre que la mayor prueba de tontería y de imperfección consiste en mostrarse desagradablemente sorprendido por las consecuencias lógicas de sus actos.
 
    Toda palabra y toda acción tiene sus consecuencias lógicas; piénsalo.
    «Vive más, vive mejor», por Noel Clarasó. Barcelona, 1.ª reimpresión, 1957. (1.ª edición: 1952).

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