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viernes, 26 de agosto de 2011

Falsa promesa del socialismo

Max Eatsman.
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FALSA PROMESA DEL SOCIALISMO
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Por Max Eatsman
Condensado de «Reflections on the Failure Socialism».
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Como exmilitante del socialismo revolucionario, Max Eastman habla con verdadero conocimiento de causa. Ha pasado años observando el socialismo en acción tanto en Europa como en América. Vivió en Rusia durante los primeros años de la revolución comunista. En el notable libro del cual se ha sacado este artículo demuestra que tanto el socialismo como el comunismo llevan al mismo fin inevitable: la dictadura. [Nota de la redacción de la revista].
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.. Casi todo el que se interese seriamente por la libertad, rechaza el comunismo; pero no son solamente los comunistas, sino también de modo más sutil los socialistas, quienes están lanzando al mundo libre por el camino que lleva a la dictadura.
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.. Muchos socialistas han abandonado la consigna del partido y adoptado el sistema de infiltrarse en otros partidos políticos. Estos socialistas burocráticos, como yo les llamo, creen que puede crearse una sociedad más libre, ordenada y próspera por medio de una organización estatal que se adueñe de todos los medios importantes de producción y rija la economía nacional de acuerdo con un plan.
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.. Esta teoría de que un plan ha de traer una era de justicia y felicidad generales es tentadora pero falsa.
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.. Una organización estatal que proyecte y rija los negocios de un país, necesita tener la autoridad de un director de empresa; esto es, la autoridad para decir a los que toman parte activa en el negocio a dónde tienen que ir y lo que tienen que hacer, así como para prescindir de los insubordinados, si lo hay. En otras palabras, ha de ser una organización estatal autoritaria. Tal vez no quiera serlo, pero, si no lo es, la economía se hundirá en el caos.
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.. Muchos hombres serenos y prudentes han previsto esta conclusión en los ciento y pico de años que han transcurrido desde que se planteó la idea de una economía socializada. Y la experiencia real de las economías regidas por el Estado, que han surgido una tras otra en las últimas décadas, debería bastar, en mi opinión, para inculcar en las cabezas de los más optimistas un hecho tan sencillo. Es un hecho que difícilmente puede pasar inadvertido para nadie que observe el funcionamiento de una gran fábrica, banco, almacén o empresa de cualquier índole donde trabajen muchas personas: tiene que haber un jefe y su autoridad tiene que ser reconocida o impuesta.
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.. Además, si el negocio es vasto y complejo, la autoridad del jefe tiene que ser continua. No es posible destituirlo de su cargo de cuando en cuando, arrumbar o destruir sus planes y  poner en su lugar a otro que tenga ideas diferentes sobre lo que haya que hacerse y cómo deba de hacerse. La mera idea de plan implica continuidad de dirección. Por eso mismo, la idea de que una elección periódica de jefe y personal directivo es compatible con una economía nacional planeada adolece de falta de lógica y de imaginación. Las elecciones falsificadas de los países totalitarios, las votaciones con un solo partido y una sola lista de candidatos, no son meras artimañas de un dictador cínico, sino que son intrínsecas de la economía estatal planeada. Todo régimen socialista cabal, tanto si lo implantan los bolcheviques como los socialistas o los comtemporizadores liberales, significará elecciones amañadas o inexistencia de elecciones.
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.. La humanidad está en posición de elegir entre dos sistemas económicos, solamente entre dos. Podemos escoger el sistema en el cual la cantidad y clase de artículos que se produzcan  estén determinadas esencialmente por el mecanismo impersonal del mercado, que emite decretos en forma de fluctuaciones de precios.  Y podemos escoger el sistema en el cual estén determinadas las órdenes emanadas de una autoridad personal apoyada por fuerzas armadas. Esta es la diferencia entre la economía del mercado y el colectivismo... entre la libertad y la tiranía.
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.. Cuando alguien compra algo en el mercado libre, está emitiendo su voto como ciudadano de la economía nacional. Está haciendo una elección que influye en los precios y, en consecuencia, participa en la decisión de lo que la economía ha de hacer o no hacer. Su elección puede resultar anulada por las de otros que compren más; esto es inevitable; pero, al dejar las grandes decisiones económicas en las manos de todos como consumidores, el mercado hace posible la libertad en la compleja sociedad industrial. Es lo único que la hace posible.
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.. No hay conflicto entre la libertad condicionada de este modo y la consideración humanitaria por parte del Estado a los que fracasan completamente en la lucha de la competencia. No es necesario que nadie pase hambre; no es necesario que nadie quede desamparado para mantener la soberanía del mercado. El principio de la responsabilidad colectiva para con los realmente necesitados, puede subsistir sin violar el principio de la competencia; pero no tenemos para qué engañarnos con la idea de que la libertad es compatible en la sociedad humana con la igualdad económica.
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.. Estoy seguro de que la mayoría de los simpatizantes del socialismo no se dan cuenta de esto. Ansiosos de hacer bien y obsesionados por el supuesto poder del Estado para hacerlo, están destruyendo en nombre del bienestar social los cimientos mismos de la libertad.
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.. El gran error del socialismo fue creer que podía llegarse a la paz fraternal por el acomodo de todos los intereses en pugna, de todas las luchas de casta y de clase. Eso podría ocurrir en el cielo, pero en la tierra los hombres se dividirán siempre en grupos con intereses antagónicos. La tarea que tenemos que realizar no es suprimir estas agrupaciones ni tratar de reconciliarlas, sino mantenerlas en estado de equilibrio, sin permitir que ninguna prepondere sobre las demás. Nuestro primer propósito debe ser el de asegurarnos que ningún grupo ni el proletariado, ni los capitalistas, ni los terratenientes, ni los banqueros, ni el ejército, ni la iglesia, ni el mismo gobierno tenga poder exclusivo. Nuestras libertades dependen del éxito de este esfuerzo. Solamente cuando cada agrupación poderosa pueda competir libremente con las otras, puede la sociedad, en conjunto, ser libre. La libertad es el circo donde luchan las diversas fuerzas sociales.
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.. Los últimos noventa años de la historia de los Estados Unidos ofrecen excelente ejemplo de cómo el desarrollo de los acontecimientos requiere flexibilidad en quienes luchan por la libertad. Durante veinte de esos años se luchó contra el «capitalismo», contra «Wall Street», contra los «grandes negocios». Aquel enemigo quedó derrotado y se ganó la batalla. Hacia 1930 el Gobierno de los Estados Unidos empezó a dictar su voluntad a financieros y capitanes de industria, en vez de preguntarles lo que había que hacer.
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.. Pero los socialistas burocráticos de hoy, en vez de ver y determinar la nueva amenaza de superpoder, que se halla ahora en Washington y no en Wall Street, siguen combatiendo al enemigo derrotado y robusteciendo al poder victorioso. El objetivo, repito, es impedir el dominio de la sociedad por ningún grupo.
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.. Ya es más que hora de que reconozcamos francamente que el socialismo fue un error. Una hipótesis que resultó equivocada (digo yo en aras de mi amor propio). Pero llamémosle como queramos, desembaracemos de él nuestro pensamiento. Tenemos que discurrir la manera de consagrarnos a un porvenir mejor para la humanidad: un porvenir en que haya más libertad y menos tiranía.♦
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Véase también "Estuve en una escuela de terrorismo en Cuba", «La primera democracia víctima del comunismo», «Comunistas: cómo causan disturbios; o la técnica roja del motín», y «¿A quién aprovecha la ganancia del capital?». Búsquense en el índice (columna derecha).
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.. Los embajadores tienen que asistir a todas las recepciones y el torbellino social es una de las tareas más pesadas. Antes de que el apreciado embajador francés Henri Bonnet se retirara a vivir tranquilamente en París, un nuevo enviado que acababa de llegar fue a visitarlo para pedirle consejo sobre las quisicosas de la vida de Washington.
.. —La cosa más importante —le dijo Bonnet— es aprender la técnica necesaria para asistir a ese fenómeno de Washington: el cóctel en masa. Entre usted y pase por la línea de recibo. Al mismo tiempo fíjese bien dónde hay una puerta lateral al fondo. Acepte la primera bebida que le ofrezcan: whisky, martini, zumo de tomate, cualquier cosa. Beba un sorbo, deposite su copa en la maceta de flores que le quede más a mano y escápese.
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Caricaturas
.. El marido a la mujer en un viaje de automóvil: «¿Quieres fastidiarme un poquito? Estoy empezando a dormirme».—B. Y.
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.. Una mujer de armas tomar (separada de su marido) a su abogado: «Y advierta a mi marido que si deja de pagarme la pensión convenida un solo mes, volveré a tomar posesión de él».—G. L.
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.. El paciente (impaciente) al médico: «¡Sí; lo sé, doctor! Claro que el aguardiente no me cura el catarro... pero los médicos tampoco».
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La mujer, al marido: «Claro que gasto más de lo que tú ganas, querido... ¿pues no había de tener confianza en ti?»—D. T.
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.. Un invitado a otro en un cóctel literario: «La película que acaban de hacer de su libro, le ha dado una idea para una nueva novela».—T. S. R.
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.. El subastador: «¡Vendido! ... a la señora a quien su marido le está tapando la boca».
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.. Locutor de radio: «Ahora, estimados oyentes, las noticias de lo que sucedió mientras se estaban transmitiendo los anuncios».
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.. La jovencita a su amiga: «Quiero a don N. por lo que es... Es vicepresidente de una compañía de acero».—Kate Ossan en The Saturday Evening Post.
.. «Selecciones» del Reader’s Digest, tomo XXXI, núm. 182. (Artículo, anécdota y caricaturas).

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